lunes, 27 de abril de 2009

Epidemia de dudas



En el último tramo de la administración Fox, los expertos alertaron que venía un nuevo ciclo del mal, que se presentó puntualmente. Ya habrá tiempo para saber si sus prevenciones, puestas en un programa, se aplicaron debidamente.

Felicidades para Boligán, cómplice en este espacio
y ganador del Premio Nacional de Periodismo

Ya es la peor emergencia sanitaria en la capital del país desde el terremoto de 1985, pero tiene el potencial para convertirse en la más grave epidemia en la historia moderna de la ciudad, por su virulencia, su mortandad y también por ser, otra vez, un fenómeno que se ensaña con los más pobres.

Todavía el sábado la Organización Mundial de la Salud (OMS) reclamaba con lenguaje diplomático las “lagunas” de información necesaria para declarar como pandemia el brote de influenza porcina registrado en México –lo que traerá medidas en el resto del mundo-, pero las medidas asumidas aquí ya corresponden a esa etapa del problema, según lo que dispone el Plan Nacional contra Epidemia de Influenza, elaborado en 2006 por el Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades (Cenave).

Usted puede encontrar este amplio documento en la versión electrónica de estos Expedientes Abiertos en el portal de EL UNIVERSAL, o en el blog www.expedientesabiertos09.blogspot.com, que a partir de hoy busca tender un puente adicional entre usted y el autor de este espacio.

El referido plan nacional urge a desarrollar dispositivos de planeación en todo el país para estar listo ante un nuevo brote de influenza en el mundo, lo que ocurre más o menos cada 40 años. El más reciente fue en 1968, ya dirá usted si no llegó puntualmente. Pero lo hizo con un nuevo tipo del virus (hasta ahora se conocían tres), y por motivos desconocidos aún, hizo crisis en México.

El propio documento advierte que no será una sola, sino varias “olas” de brotes, y que la segunda puede ser la más agresiva. De ahí que insista en acciones preventivas urgentes, que ya nos iremos enterando si se aplicaron o no. Si hubo omisiones, las consecuencias sanitarias, sociales y políticas en el país serán enormes.

El citado Plan prevé otras medidas más radicales, como reducir la movilidad de la población, lo que supondría controlar la entrada y salida de personas a barrios o ciudades específicos, cerrando sus aeropuertos y carreteras de acceso.

La cautela oficial vigente hasta ahora para liberar información sobre la actual gravedad de la pandemia puede ser comprensible porque requiere tiempo determinar si un deceso por neumonía atípica –que no responde a medicamentos usuales, por lo que es la consecuencia más grave de la influenza- es producto del nuevo virus o consecuencia de otra de las muchas causas que pueden dar lugar a un mal así.

Otro motivo de la cautela puede estar orientado a no causar pánico en la población, lo que agudizaría en la capital del país y otras ciudades un patrón que ya se advierte: la salida incesante de personas hacia otras poblaciones que suponen más seguras, lo que en los hechos puede acabar diseminando el mal por todo el territorio nacional, riesgo especialmente grave porque no en todas la entidades del país –ni siquiera en sus capitales- existen laboratorios capaces de detectar el virus de la influenza porcina. Esto puede llevar a no prescribir el tratamiento adecuado, o a desperdiciar los medicamentos existentes en pacientes que padecen otra enfermedad.

La parquedad informativa del gobierno alcanza incluso a sectores médicos, y ha puesto en casi estado de rebelión a una parte significativa de la comunidad de infectólogos, incluso en algunos centros de alta especialización, como en el Hospital de Infectología del Centro Médico “La Raza”, donde tradicionalmente son radicados víctimas graves de enfermedades virales, como el VIH. Pero el viernes pasado, cuando la alerta ya había sonado, en ese nosocomio nadie sabía nada; tenían a su cargo a nueve pacientes con neumonías atípicas, que estimaban quizá erróneamente diagnósticados. Y habían recibido órdenes de liberar espacio para recibir un número no determinado de pacientes, pues les decían, la situación en el ISSSTE y en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) era “muy grave”.

Y entonces, esperaban. Con muchas preguntas. Y enormes dudas.

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