La soledad de Marcelo

La resolución del Tribunal para el caso Iztapalapa meterá al gobierno del DF en un limbo político y obstaculizará el fortalecimiento de Ebrard con vistas al 2012

El revés impuesto por el tribunal electoral federal a Clara Brugada, al cancelar su candidatura por el PRD a la delegación capitalina de Iztapalapa, para asignarla a su rival pero también perredista Silvia Oliva, tendrá los efectos de una bomba de profundidad en los frágiles equilibrios internos de ese partido que desde 2006 parece haber perdido el rumbo.

En el círculo cercano al jefe del gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, la candidatura de Brugada, consumada tras una elección interna en marzo, mereció un ruidoso festejo. Se coronaba con ello una labor de años del equipo de Ebrard para desplazar de la zona a una mafia política con vida propia e incrustada en la corriente Nueva Izquierda, que encabeza el presidente del PRD, Jesús Ortega.

En términos políticos, Iztapalapa es un engendro concebido en la época del PRI para disponer de una colosal reserva de votos gracias a la manipulación de grupos irregulares, frecuentemente ligados a actividades criminales y dispuestos a hacer lo que sea necesario para sobrevivir en un entorno donde rige la ley del más fuerte.

Cuando el partido del sol azteca ganó el gobierno de la ciudad, las mafias de la zona, que tan bien habían servido al PRI, simplemente cambiaron de camiseta, y los brazos perredistas los acogieron sin cargo de conciencia alguno.

La señora Brugada no es afín a Marcelo, sino a René Bejarano –de tan triste memoria-, un hábil operador del corporativismo perredista, aliado desde el 2000 sucesivamente con Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas y ahora Ebrard. Una alianza donde el principal beneficiario es el propio Bejarano, quien controla varias delegaciones y un segmento importante de la Asamblea capitalina. Irónicamente, la derrota del caciquismo de Nueva Izquierda en Iztapalapa consumaba el control del caciquismo bejaranistas en el PRD capitalino.

La fuerza de Jesús Ortega y de Ebrard en la ciudad está sometida en gran medida a estos grupos. Son por ello, líderes y rehenes. La Nueva Izquierda de Ortega depende en el DF de los hermanos René Arce y Víctor Hugo Círigo, ambos ex delegados de Iztapalapa y cuya trayectoria nutriría una novela de intriga y suspenso.

Esos son los actores que fueron incapaces de negociar y se enfrentaron en la historia que atrajo la atención del Tribunal, el cual se tomó escasas dos semanas para confirmar la existencia de un cochinero electoral y dictar una resolución en favor de Silvia Oliva, esposa de Arce, a quien acompañó a entrevistarse con los magistrados electorales, lo que también hizo Brugada, asistida por la entonces dirigente del PRD capitalino Alejandra Barrales.

Dictada que fue la sentencia, una turba tomó las instalaciones del tribunal e intentó atacar a los juzgadores. La policía capitalina ignoró llamadas telefónicas de auxilio, que luego se extendieron a la Secretaría de Gobernación y a la Corte, hasta que al recinto acudieron policías federales que restablecieron el orden.

Es un negro episodio, sin salida airosa para Ebrard, quien queda nuevamente aislado entre las facciones de un partido que a los ojos del ciudadano, parece ahogarse en sus propias contradicciones.

Apuntes

• EL IMSS, encomendado a Daniel Karam, deberá tomar medidas mucho más profundas que cesar a funcionarios menores, si desea contener los costos de la tragedia en una guardería de Hermosillo que tomó ya la vida de 45 niños. En círculos gubernamentales circula una lista de parientes de políticos favorecidos con el sistema de subrogación. Ahí aparecen, con decenas de establecimientos, nombres a los que se atribuye cercanía con el panista Carlos Medina Plascencia o con el dirigente petista Alberto Anaya, entre otros.
• EN NUEVO LEÓN las torpezas del PAN hunden la causa de sus candidatos. La presión del equipo del aspirante a gobernador, Fernando Elizondo, para que EL UNIVERSAL censurara su página de Internet que exhibía un plagio de propaganda, merece estar en el muso de la tontería electoral.

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