lunes, 21 de diciembre de 2009

Morelos podrido


No se trata de partidos o personalidades: la entidad vecina a la capital de la República exhibe la manera en que el crimen organizado penetró todo y a todos puso de rodillas.

Reportes recientes –como los publicados ayer por en EL UNIVERSAL por Francisco Gómez y Justino Miranda- redondean un cuadro patético: el operativo contra el capo Arturo Beltrán Leyva requirió echar mano de la Marina porque el resto de la estructura de seguridad que el Estado mexicano podía desplegar en la zona, el Ejército incluido, estaba subordinada al enemigo.


La historia de Morelos de los cinco últimos años es la crónica de cómo el crimen organizado rindió a todas las instancias diseñadas para cumplir el fin primero y último del Estado: velar por la vida, la tranquilidad y el patrimonio de los ciudadanos. Primero fueron las policías municipales, luego la policía ministerial, los directivos de Seguridad Pública estatal, la Procuraduría local, funcionarios antinarcóticos de la PGR…


En mayo pasado, cuando policías federales allanaron, a unos metros del Palacio de Gobierno donde despacha el panista Marco Antonio Adame, una residencia en busca de Alberto Pineda Villa, operador de los Beltrán Leyva en Morelos-, la pus, signo de putrefacción, brotaba ya dondequiera. Documentos hallados en ese domicilio demostraban la protección que otorgaban al narcotráfico los cuerpos estatales de seguridad, lo que llevó a la remoción de sus directivos, lo que atrajo una serie de ejecuciones de jefes policiacos estatales y municipales en diversos puntos de la entidad.


Pero esto no es sólo una historia de policías y ladrones que pierda interés por la caída de Beltrán Leyva. En Morelos como en un creciente número de estados, el olor del dinero sucio maniata a las autoridades, marea a la clase política, fractura grupos de poder y agrieta lealtades en grado tal que se debe reflexionar si el simple ejercicio de la política sigue siendo viable en esos entornos.


A la luz de este proceso de degradación debe explicarse la fiesta de frivolidad encarnada por el ex gobernador panista Sergio Estrada Cajigal (2000-2006), al que se le llegó a atribuir un romance con una hija del narcotraficante Juan José Esparragoza Moreno “El Azul”, que junto con Vicente Carrillo Leyva disfrutaron del cobijo oficial en el estado.


En 2000, Estrada Cajigal logró imponer a su sucesor y correligionario Adame a sus principales funcionarios de seguridad –peones todos de los cárteles-, varios de los cuales permanecían en sus puestos cuando hace algunos meses la autoridad federal los llevó a prisión. Curiosamente, su abogado es Guillermo Pasquel, el mismo que defendió a Estrada Cajigal ante una artificiosamente débil indagación de la PGR cuando se le acusó de nexos con el crimen organizado.


El nexo de Adame con Estrada Cajigal acabó eventualmente roto, y se precipitó también un ruptura en la llamada “Sagrada Familia”, el bloque de panistas tradicionales que históricamente controló a Acción Nacional en la entidad.


En un acto melodramático, Estrada Cajigal renunció en marzo al PAN, en el marco del proceso electoral local de julio pasado. Sumó entonces fuerzas, nexos y compromisos con una fracción del PRI, que regentea en el estado Guillermo del Valle.


Hoy, unos y otros, gobierno estatal, PAN, PRI, Congreso local y gobiernos municipales, exhiben inestabilidad política, en buena medida por la presión y el hambre de dinero sucio. Pero Morelos no es el único estado en semejante postración.

Apuntes: Enigma en la SEP


CON UN PIE fuera de la Secretaría de Educación Pública, Fernando González, yerno de la profesora Elba Esther Gordillo, cierra un ciclo en la estrategia de la poderosa profesora, cuyas apariciones públicas se han ido espaciando misteriosamente. González Sánchez, originario de Sinaloa, ha visitado asiduamente su entidad natal durante los meses recientes, y se le empieza a ver como posible candidato del Panal, el partido de la maestra, para las elecciones locales del próximo año. Sería un ingrediente turbador más en un proceso que ya parece anunciar la fractura del PRI en la designación del sucesor del gobernador Jesús Aguilar. Ello puede derivar en varias candidaturas cercanas al oficialismo, sea por su descomposición, sea como una maquiavélica estrategia para diluir la fuerza de un aspirante realmente opositor. Hace cinco años, el actual secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix, estuvo a punto de ganar esa entidad para el panismo.

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