lunes, 19 de julio de 2010

Calderón: punto de quiebre

La decisión del Presidente de ajustar su equipo se explica por un entorno notablemente complejo, inédito en la historia política moderna del país.

Al menos cinco factores se entrecruzan como trasfondo de los cambios en el gabinete presidencial:

1.- Gobernación. Un embate implacable decretado desde Los Pinos contra Fernando Gómez Mont inició cuando el 10 de febrero renunció a Acción Nacional, lo que fue tomado como una afrenta contra el gobierno y el Presidente. Por ese motivo y por una presunta cercanía con el priísmo, desde adentro se le acusó de alta traición. Los triunfos aliancistas, especialmente en Oaxaca, dictaron el epitafio de Gómez Mont, pero todo el proceso marcó un daño en el gobierno y en su partido.

2.- El relevo. José Francisco Blake exhibe una carta central: su absoluta mansedumbre. Por cortesía y protocolo, a su arribo se le atribuyen méritos políticos y destrezas en materia de seguridad pública. Ambos, falsos. El panismo bajacaliforniano pedía ya su cabeza tras las derrotas en las elecciones locales de julio próximo, cuyo manejo estuvo a cargo directamente del entonces secretario general de Gobierno y “hombre fuerte” del estado. Blake ciertamente participó en un esquema de coordinación sobre seguridad en la entidad, en una estrategia que coordina el Ejército. Incluso fue puesto en predicamento por el anterior jefe de la región militar, el general Sergio Aponte Polito, que en dos cartas, en abril y en agosto de 2008, denunció que funcionarios policiacos municipales y estatales eran incompetentes en sus tareas porque tenían ligas con el narcotráfico.

3.- Las televisoras. No hay registro en la etapa moderna del país de un desafío como el que ahora plantean al gobierno las dos principales empresas mediáticas, en medio de una disputa sobre bienes en control del Estado. La designación de Mony de Swaan en la Cofetel generó un falso debate sobre la autonomía de ese organismo, cuyo anterior presidente fue acusado pública y oficialmente de estar subordinado a los intereses que debía regular. La respuesta del principal poder fáctico fue brutal: se cebó contra Patricia Flores, por su cercanía con Calderón y por su condición de mujer, al tiempo que movilizaba a la “telebancada” en el Congreso, que cada día seduce a más legisladores, de más alto nivel. El operativo incluyó un artículo feroz contra Calderón, bajo la firma de Claudio X. González Guajardo, alto ejecutivo de Televisa e hijo de uno de los empresarios más renombrados del país, muy cercano al ex presidente Carlos Salinas de Gortari.

4.- La imagen y el mensaje. Como ocurrió en el gobierno de los Fox, Calderón ha extraviado la capacidad de trasmitir una visión del país. Comparte con su antecesor y correligionario vivir en el vórtice de una crisis económica que lleva una década golpeando empleo y crecimiento. Pero su gobierno no sabe comunicar ni siquiera las buenas noticias. Fox fue disperso en el mando; Calderón, centralista hasta la minucia, pero en ambos sus secretarios parecen jugar su propio juego. El botón de muestra lo ofrece Heriberto Félix Guerra, titular de Sedesol, que debería ser una cantera de buenas nuevas. Pero este hombre tiene virtualmente clausurada su área de comunicación desde que arribó al cargo, hace casi ocho meses, porque no da con el mago que promueva a la institución y a él lo convierta en candidato presidencial. En esos callejones se perdió quien fuera vocero presidencial, Maximiliano Cortázar.

5.- El PRI. Horas antes de decretar sus cambios, Calderón convocó al líder senatorial priísta, Manlio Fabio Beltrones, que al asistir al llamado fue presentado como el verdadero rostro de su partido. Con ello quebró la autoridad de la dirigente formal, Beatriz Paredes, quien había dado la espalda al diálogo con Los Pinos. El telón de fondo es el camino hacia la candidatura presidencial priísta, en la cual a querer o no, Beltrones hace contrapeso en el camino de Enrique Peña Nieto. Es inocultable que Calderón busca tejer fino en esas rivalidades, con rumbo a una alianza opositora en el estado de México, en 2011. Por ahora es difícil imaginar una ruptura interna priísta como la que atrajo la derrota en Oaxaca, Puebla o Sinaloa. Pero de toda suerte, esa entidad, con el país todo, parecen capturados por la obsesión del 2012.

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