lunes, 26 de julio de 2010

Puebla: Claves y claroscuros

La derrota del PRI sorprendió dentro y fuera del gobierno de Mario Marín, pero se desconoce la tramoya de este fracaso, el más doloroso para el tricolor.

En las horas previas al 4 de julio, día de elecciones en Puebla, ocurrió un prodigio: por órdenes de una sola persona con el suficiente poder, o por la suma de múltiples voluntades, la maquinaria electoral del PRI fue desmontada en toda la entidad, uno de los estados considerados granero de votos del Institucional.

En paralelo, un ejército –calculado entre 5 mil y 8 mil personas- de operadores del sindicato de maestros, enviado por órdenes de Elba Esther Gordillo y coordinado por uno de sus estrategas electorales, el poblano Guillermo Aréchiga, se desplegó en el estado para garantizar que se consumara la ventaja que encuestas con alto nivel de precisión otorgaban ya al candidato opositor, el ex priísta Rafael Moreno Valle.

El mediodía de ese domingo de urnas, el gobernador Mario Marín recibió reportes de que Eduardo Rivera Pérez, un panista de ultraderecha, duplicaba los votos de Mario Montero Serrano, uno de los “juniors” de su grupo político –que incluye a su hijo, Mario Marín García. Al final de la jornada, la alianza de Acción Nacional con la izquierda vería casi triplicar la votación lograda en la capital poblana tres años antes, mientras que a nivel estatal casi duplicaba.

Puebla amaneció al día siguiente no sólo con un futuro gobernador proveniente de una alianza opositora, el cual aportó un impulso esencial para que su coalición triunfara también en más de la mitad de los 217 municipios –entre ellos, algunas de las ciudades más importantes- y conquistara asimismo la mayoría del Congreso estatal.

Sin duda, Moreno Valle protagonizó una exitosa campaña. Pero acaso tuvo una pequeña ayuda de sus amigos. Una versión recabada en fuentes creíbles establece que en vísperas de los comicios, personeros del gobierno Calderón ofrecieron a Marín un pacto de impunidad si se comprometía a no violentar el proceso. Otro acercamiento apunta en el sentido de que grupos de priístas, como los de los ex gobernadores Melquiades Morales, Guillermo Jiménez Morales y muchos líderes regionales, desplazados todos durante el gobierno de Marín, tomaron revancha y decidieron jugarla con Moreno Valle.

Esta última hipótesis tiene asidero en el hecho de que en al menos cinco distritos electorales del estado, el aspirante priísta a diputado local obtuvo más votos que el abanderado tricolor a la gubernatura, Javier López Zavala, el cual era motivo de discreta mofa por parte de colaboradores del propio Marín, quienes le llamaban “el negrito chiapaneco”, pues efectivamente es originario de Pijijiapan, Chiapas, si bien eventualmente obtuvo del Congreso estatal su ciudadanía poblana.

A causa de una reforma malhecha o maliciosa en la legislación que norma los tiempos políticos poblanos, el ahora gobernador electo Moreno Valle habrá de esperar casi siete meses, hasta el primer día de febrero, para habitar Casa Puebla, residencia de los gobernadores.

Moreno Valle ha iniciado un periplo de reuniones con personajes públicos, lo que incluye desde luego el encuentro con el presidente Calderón, varios secretarios de Estado y uno de sus aliados menos públicos, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard.

Quizá para medir la temperatura de las cosas, y ya con la constancia de mayoría bajo el brazo, Moreno Valle se presentó en días pasados, sin cita ni previo aviso, precisamente en Casa Puebla, solicitando hablar con el gobernador Marín, lo que unos tomarán como un gesto noble y otros, un acto de arrogancia. Ahí esperó casi 30 minutos, hasta que le informaron que el saliente mandatario priísta no lo recibiría.

No serán los únicos inconvenientes con que se tope Moreno Valle. El colocó en varias candidaturas, bajo la cuota del PAN, del PRD y aun de Convergencia, a varios de sus incondicionales, de origen priísta. Pero sufrirá sobresaltos si intenta que su gobierno adopte ese solo perfil. Desde la alcaldía de la Angelópolis -donde él imaginaba a Enrique Doger, ex edil tricolor- y desde el Congreso –por no hablar de las dirigencias nacionales de PAN y PRD-, tendrá encima a muchos pares de ojos, muchas reivindicaciones por atender y en suma, un contrapeso real para la primera gubernatura de oposición, así sea formal, en la historia moderna de Puebla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario