lunes, 11 de febrero de 2008

Fox y Castañeda soñaban ser Mandela

Rodeado por cortesanos que lo alababan como el artífice de la democracia en México, Vicente Fox decidió permitir el juego de poderosos intereses, dentro y fuera de su gobierno; en ese pantano de contradicciones chapoteó su canciller

Pues si hacen eso, aténganse a las consecuencias”, expresó Vicente Fox.

Se acercaba la primavera de 2006, ya con las elecciones a la vista. Se dirigía al primer equipo de campaña del aspirante panista, Felipe Calderón Hinojosa. Ahí también, Juan Camilo Mouriño, Josefina Vázquez Mota, César Nava, Javier Lozano…, quienes planteaban al mandatario que deseaban hacer pública su oposición a la llamada ley de medios, la cual tocaba ya la puerta para su discusión en el Senado. Del otro lado de la mesa, más equidistantes que nunca, colaboradores de Fox, como Ramón Muñoz y el secretario de Gobernación, Carlos Abascal.

Los calderonistas esgrimían las razones de Estado que hacían recomendable frenar la ley. Pero encontraron una férrea, abierta, desafiante defensa por parte del propio presidente de la República.

Tres asistentes a la reunión confirmaron a este espacio la escena, con diferentes interpretaciones a la postura de Vicente Fox, desde una convicción de que un pacto con las televisoras era necesario para que el PAN ganara los comicios, hasta que el compromiso obedecía a motivos exclusivos de su gobierno y que usaría todas las herramientas del Estado para velar por su cumplimiento.

El tema representa, sin duda, un expediente abierto en espera del testimonio de muchos actores vigentes aún, cuya definición será requerida ahora que una nueva ley en materia de radio, televisión y telecomunicaciones comienza a ser discutida por el Congreso de la Unión y la administración Calderón.

Esta historia, sin embargo, pone en evidencia también cómo Vicente Fox abdicó el poder que recibió con un mandato popular de impulsar cambios, pero lo que hizo fue no tocar intereses creados, que encontraron carta abierta para operar a sus anchas.

La explicación de ello está basada, según múltiples indicios, en el afán foxista de cuidar su legado, abrumado por las lisonjas generalizadas de que su llegada al gobierno representó el nacimiento de la democracia mexicana, la consumación de la tan anhelada transición política. “Eres el nuevo Mandela”, le decía con frecuencia su canciller Jorge Castañeda.

El mismo Castañeda machacaba con frecuencia con el tema del legado. Y según los testimonios disponibles, le sugirió leer el libro Seis crisis, del ex presidente estadounidense Richard Nixon, para incorporar su visión de liderazgo y lo que podría llamarse su “diálogo con la historia”.

Fox citó a Nixon en junio de 2005, durante una reunión pública, en la que pontificó sobre la fuerza social ante tiempos difíciles. Por cierto, dijo que el libro se titulaba Siete crisis, en un clásico lapsus foxista.

Hacia el final del sexenio, Castañeda le propuso emprender juntos la tarea de un libro similar, para explicar a México y al mundo los desafíos que fue necesario encarar, y poner de paso en su lugar a quienes se opusieron al luminoso arribo de la nación a la democracia.

Pero Fox ya tenía tomada otra decisión: ofrecer una visión idílica de su gobierno. Así nació La revolución de la esperanza, que firma junto con el consultor norteamericano Rob Allyn. Pero todo se frustró pues en el camino se le atravesaron el escándalo por los lujos en el rancho San Cristóbal, el jeep rojo y otras consecuencias de las veleidades de su esposa, Marta Sahagún.

Castañeda mantuvo la idea de ajustar cuentas con sus fantasmas internos. Escribió la historia como él la quería recordar, pero su temprana separación del gabinete dejaba en blanco largos periodos, por lo que reclutó al ex vocero Rubén Aguilar, otro personaje, como él, nostálgico de reflectores y sediento de ingresos. Así llegó, muy apresuradamente, La diferencia. Radiografía de un sexenio.

El libro sirvió de catarsis para ambos. Ajustaron cuentas y levantaron acusaciones falsas, como atribuir a personajes haber reclamado al gobierno privilegios que en realidad el propio Fox ofreció, infructuosamente, para pactar alianzas. Entre otros, se cebaron con el pintoresco Lino Korrodi, autor de su propio libro, en 2003 —Me la jugué—, en cuyo prólogo, escrito por Castañeda, se describe a Korrodi como ejemplo de amistad, lealtad política y amor por México. La contradicción se explica porque en esos tiempos Lino Korrodi pagaba a Castañeda una oficina de lujo, y le consiguió donativos por decenas de millones de pesos para su absurda campaña a la Presidencia.

Capítulos completos de La diferencia… fueron enviados a San Cristóbal para que Fox validara, tachara o añadiera. Algo de eso hizo el ex mandatario, pero en muchas ocasiones pidió a un tercero leerlos —como a Ramón Muñoz, ex jefe de la oficina presidencial—, o simplemente dejaba los paquetes sin abrir, otorgando así licencia para la pluma afiebrada de sus oficiosos escribanos.

En esos caminos terminó por extraviarse el legado de Vicente Fox. Sus cercanos lo ven ahora contrariado. Quizá deba, ahora sí, regresar a sus lecturas de Nixon, a quien le tomó décadas convencer a sus compatriotas de que dejó una herencia digna; que no fue el presidente del ridículo y el escándalo.

Apuntes: van por Elba

  • JUAN CAMILO Mouriño, secretario de Gobernación, recibió esta semana una filosa cortesía: el PRI le anticipó que su bancada en el Senado, que lidera Manlio Fabio Beltrones, presentará un punto de acuerdo para investigar al multimillonario fideicomiso Vivienda Magisterial (Vima), que controla la lideresa Elba Esther Gordillo. En noviembre pasado EL UNIVERSAL publicó un adelanto del libro Los socios de Elba Esther, donde se documenta que Vima recibió transferencias por mil millones de pesos en los últimos días del gobierno de Vicente Fox, sin que exista claridad del destino de esos dineros.
  • EN GOBERNACIÓN, por cierto, se recuerda aún que la salida del anterior titular, Francisco Ramírez Acuña, fue todo menos tersa. El jalisciense pedía tiempo extra, reclamaba que Mouriño le había quitado la operación de tareas centrales, y amenazaba con berrinche. Rechazó una embajada en Europa y se fue azotando la puerta.
  • EN EL IFE renovado gana el PRI, el PAN pierde en posiciones, pero se apunta un tanto más en el aislamiento de Andrés Manuel López Obrador. Los nuevos consejeros, no hay que olvidarlo, ocuparon malos lugares en la “auscultación” de la Cámara de Diputados: Leonardo Valdés, el 21; Miguel Antonio Baños, el 31, y Benito Nacif, el 35. Baños tiene experiencia, ciertamente, en el campo electoral: hace tres años fue separado de su cargo como director del Servicio Profesional de Carrera del propio IFE, acusado de desorden administrativo y clientelismo. Quien exigió su renuncia fue la consejera Lourdes López, con quien se verá las caras nuevamente, ahora de igual a igual. O quizá no, pues no resulta difícil imaginar una pugna entre los “viejos consejeros”, vapuleados durante 18 meses, y los nuevos, supuestamente producto del consenso partidista.
  • GUERRA DE MEDICINAS se avecina. Juan Antonio García Villa, director de la Cofepris, el organismo responsable de autorizar la venta de medicamentos, apoya al parecer a los laboratorios extranjeros que operan en México y golpea a la cadena de farmacias de Víctor González Torres, uno de los personajes más controvertidos y antipáticos del país. La verdadera guerra será entre los medicamentos de patente y los genéricos intercambiables, que en su mayoría son los que vende el Doctor Simi, y también los que ofrece Wal-Mart. En juego está un negocio de cientos de millones de dólares.
  • GUANAJUATO arde. Apenas en septiembre se cumplió un año de que el presidente Calderón asistió a la toma de posesión de Juan Manuel Oliva como tercer gobernador panista. Ahora quizá deba enviar un emisario para frenar la enajenación del mandatario. Oliva pasea por el mundo a cargo del erario, deja a su esposa gobernar y, para colmo, olvida que debe al periodismo su arranque en la política, pues permite que sus subordinados acosen a editores locales. Así, se burló de la CNDH, que le pedía serenar al secretario estatal de Gobierno, Gerardo Mosqueda, quien ha amenazado e injuriado a periodistas por el “delito” de publicar críticas contra la administración local.
  • REFORMA PENAL, ese será el nombre del juego ahora en la Cámara de Diputados, donde el tema se atoró por los jaloneos del Instituto Federal Electoral. Si no hay sorpresas de última hora, el pleno debe aprobar muy pronto la propuesta presidencial, acaso esta misma semana.

expedientesabiertos@hotmail.com

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