lunes, 14 de diciembre de 2009

La tozudez de Felipe

Por necedad o por convicción, Calderón removió a Guillermo Ortiz e impuso con ello a la primera generación de panistas en el control del sistema financiero.




Cuando este martes el Senado ratifique a Agustín Carstens al frente del Banco de México, Felipe Calderón habrá consumado su golpe político más importante desde la conquista de la Presidencia, acaso sólo comparable – y de lejos- con el cierre de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y la extinción de su sindicato, el SME.

El PAN ha iniciado su décimo año en Los Pinos, pero hasta ahora apenas había tocado con el pétalo de alguna sugerencia el búnker desde el cual una casta dorada de políticos y burócratas -priístas en su abrumadora mayoría- controlan las finanzas del país. Nadie puede saber si nos traerá beneficios o desastres, pero es un hecho que el panismo ha empezado a perderle el miedo a ejercer el poder.

Muchos fueron testigos durante el gobierno del primer presidente panista, Vicente Fox, de las condiciones que le impuso Francisco Gil Díaz para aceptar la Secretaría de Hacienda. “Esa sí fue autonomía, no sólo política y operativa. Incluyó cierto grado de humillación sobre Fox y el resto del gabinete”, comentó a este espacio un estrecho colaborador del ex mandatario.


La relación entre Calderón y Ortiz nunca fue buena. Y se registró una ruptura pública cuando un sector del panismo, que incluía al hoy Presidente, consideró inviable la permanencia de Ortiz en Banco de México tras el rescate bancario del Fobaproa, tan apoyado por otro segmento del blanquiazul, en las personas del citado Fox y de Diego Fernández de Cevallos. Menos notorio, no fue menor el diferendo de Calderón con Gil Díaz por la opacidad de los fidecomisos creados desde Hacienda con fondos de las aduanas, sin que nadie pudiera auditarlos.


Ya en el actual gobierno la comunicación entre el Banco de México y el gobierno Calderón fue virtualmente nula, pese a que Ortiz y Gil Díaz influyeron en la designación en Hacienda de Carstens, un hijo pródigo de la burocracia dorada que domina el sector financiero mexicano.

Los pronunciamientos de Calderón y de Carstens sobre una nueva etapa, con coordinación y trabajo conjunto, no sólo anticipan el fin de ese ciclo sino el tutelaje de Carstens sobre el nuevo secretario de Hacienda, el novato Ernesto Cordero, sin duda el hombre de mayor cercanía con el Presidente.


Sectores enterados fuera y dentro del gobierno identifican en Hacienda uno de los nudos que le ha permitido al PRI preservar amplios segmentos de poder. En los entretelones del erario se tejen privilegios para gobernadores y empresarios, y se benefician carreras políticas.


El PAN no ha querido o no ha podido romper esos feudos dentro de Hacienda, y es un enigma si lo hará ahora. Ello definirá la suerte, por ejemplo, de dos poderosos operadores priístas en la dependencia: el subsecretario de Ingresos, José Antonio Meade, y el coordinador de asesores, José Antonio González Anaya.

El primero fue descrito a este espacio como quien coordinó la escandalosa exención fiscal a los futuros concesionarios de nuevas frecuencias para telefonía celular. Y del segundo se dijo que es quien abre o cierra el acceso de los gobernadores a los resquicios del presupuesto federal, de ahí que simultáneamente encabece la Unidad de Coordinación con Entidades Federativas. De acuerdo con la misma fuente, los otros subsecretarios, Alejandro Werner y Dionisio Pérez Jácome, gozarían de la confianza presidencial.

En semanas recientes, cuando el presupuesto 2010 era discutido en el Congreso, Calderón convocó a Los Pinos a notables de varios sectores para dar su versión de las cosas. Algunos de los asistentes a esos encuentros refieren un desusado protagonismo presidencial para exponer los temas, pese a sus escasas credenciales profesionales en economía, y pese también a que en las reuniones estuvo siempre Carstens, quien difícilmente abrió la boca.


De ahí que otro misterio de hoy lo constituya la medida en que Calderón intentará radicar en sus manos las decisiones sobre política económica, o si Carstens sabrá realmente construir su propio espacio de independencia, para que como propuso alguna vez en un ensayo sobre el tema, “el gobierno se asegure de que sus acciones hablen más fuerte que sus palabras al apoyar la autonomía del banco central”.

1 comentario:

  1. ¡QUÈ ASCO1
    Todas las porquerìas que hace el fecal con tal de demostrar que èl es el poderoso en este paìs.
    A mì no me echen la culpa, ni loco voto por este demente mesiànico.

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