lunes, 1 de febrero de 2010

Tlaxcala: mansas pasiones

En pocas entidades como ésta se vive una mayor deterioro de la vida partidista, carente de propuestas pero desbordada por cacicazgos e intereses de grupo

Se le atribuye a don Jesús Reyes Heroles la cruel caracterización de Tlaxcala como criadero de reses bravas…y hombres mansos. Este año de elecciones generales en el estado se verá si al menos sus políticos –hombres y mujeres- sacan la casta o se vuelven a hundir en la mansedumbre ante viejos y nuevos caciques.

El tema no es sencillo. La vida del PRI -durante décadas la fuerza dominante del estado- se desgastó internamente. “Tanta democracia nos dio en la madre”, dijo alguna vez el ex gobernador Tulio Hernández. En medio del desastre las cosas cayeron en las manos de la también ex gobernadora Beatriz Paredes, que puesta ante la disyuntiva de abrir las reglas o crear su propio cacicazgo, optó por lo segundo…con o sin su partido.

Hace 12 años la fractura permitió el paso del Alfonso Sánchez Anaya, priísta de cepa pero que debió competir por el PRD. Hace seis, el ex rector de la Universidad estatal y pupilo de la señora Paredes, Héctor Ortiz Ortiz, fue llevado de la mano por doña Beatriz al PAN –con la ayuda del panista y ex priísta Juan José Rodríguez Prats- para salir triunfante. Hoy nadie sabe qué representan o quieren los tres principales partidos. Por ello es que despiertan más repudio que simpatías electorales, a juzgar por encuestas de las últimas semanas.

En dichos sondeos de opinión, Acción Nacional, siendo gobierno, acumula 16% de las preferencias. Y 70% de los consultados rechaza que se concrete la pretensión del gobernador Ortiz de heredar su cargo. Ni al diputado federal Julián Velázquez, como se asegura es su intención, ni a nadie más. No se sabe si los devaneos de Ortiz cuentan con el aval de la diputada Paredes, pues se tejen historias de rompimiento.

Este vacío busca ser llenado por dos damas: la priísta Lorena Cuéllar, alcaldesa con licencia de Tlaxcala capital, y la senadora perredista Mireya Cuéllar. Esta última inició su camino con la insólita decisión de nombrar como su operador a uno de los políticos más oscuros del perredismo, René Arce, quien formalmente renunció a su militancia y al parecer ofrece sus servicios al mejor postor.

Como telón de fondo se halla un caso extraño: Mariano González Zarur, cuyas aspiraciones al gobierno del estado se han frustrado por lo que muchos tlaxcaltecas atribuyen a un largo diferendo con Beatriz Paredes. Hace seis años la acusó de traición al PRI, alegando que podía demostrar que la dirigente benefició a otro partido. Quizá por todo ello –y por ser un veterano inquilino del erario tlaxcalteca, las curules y la estructura de su partido-, ahora luce como competidor legitimado, especialmente dentro de su partido. Según las referidas encuestas, 80% de los consultados que se dijeron priístas opinaron que verían bien la postulación de González Zarur.

Con un peso marginal en la política y el número de votos en el país, Tlaxcala sellará el legado político de Beatriz Paredes, no sólo como dirigente de un partido que pregona su pronto regreso al poder, sino como figura emblemática que debe mostrar eficacia y legitimidad en su estado para seguirse mostrando viable en la ruta hacia el 2012.

Apuntes

EN EL IFAI, que encabeza Jacqueline Peschard, lo mismo que en amplios círculos preocupados por los derechos ciudadanos, causó estupor la controversia presentada ante la Corte por la administración Calderón, representada por el procurador Arturo Chávez, en busca de que las resoluciones emitidas por el órgano que garantiza la transparencia del gobierno puedan ser revisadas por un juez, lo que volvería costoso y virtualmente nulo el ejercicio del derecho de acceso a la información pública. El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, había ofrecido no pretender esta regresión, por lo que su palabra quedó en duda.


EL TRANVÍA que comunicaría internamente el primer cuadro del Distrito Federal, quedó ya como rehén no sólo de visiones y partidos distintos, sino de pugnas hacia el interior del PRD capitalino, pues la principal corriente interna, la que encabeza René Bejarano –y que incluye al delegado de esa demarcación, Cuauhtémoc, Agustín Torres-, le declaró la guerra al proyecto.

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