lunes, 19 de abril de 2010

El enredo de las redes

Dos nuevos episodios legislativos sobre las telecomunicaciones reiteran la urgencia de que el tema no se dirima entre iniciados, sino bajo la luz pública.

Bloques opuestos en el Congreso trasladaron al trabajo legislativo una larga pugna entre la administración del presidente Felipe Calderón y empresarios del sector de las telecomunicaciones, que exhiben visiones rivales sobre cómo debe resolverse el futuro de esa industria.

Un error de cálculo, un desliz por parte del Estado en este tema, no sólo lesionará a los consumidores mexicanos de las próximas generaciones sino que puede engendrar un poder económico que ningún gobierno pueda enfrentar ni regular.

Las nuevas tecnologías permiten ya a una empresa telefónica como Telmex, de Carlos Slim, ofrecer servicios de televisión e Internet de banda ancha, pero también habilitan a un consorcio como Televisa de Emilio Azcárraga, ingresar al negocio de la telefonía gracias a que la autoridad le autorizó comprar la mayoría de las empresas de televisión por cable, cuya infraestructura da pie a instalar en la misma casa que sirve, una línea telefónica con Internet.

A nadie escapa que se trata del negocio del futuro. Los servicios de telecomunicaciones, en especial los teléfonos de nueva generación y el Internet de banda ancha, producirán las nuevas generaciones de multimillonarios en México y en el mundo, cuyas firmas gravitarán en nuestra vida cotidiana como nunca antes. Transformarán la manera en cómo nos comunicamos, compramos, divertimos, consumimos o consultamos a un médico, acaso hasta cómo encontramos pareja.

Igual a que ocurre con otros asuntos centrales, en este Calderón es un nuevo Hamlet, el príncipe de la duda y la indecisión: un día parece inclinarse por construir con Televisa el poder que haga contrapeso al grupo del ingeniero Slim, pero mantiene en el limbo más de 100 concesiones vencidas de empresas de radio como un factor de negociación con el duopolio televisivo.

Otro día también parece obcecado en frenar los negocios de Slim para favorecer el avance de Telefónica -que dirige aquí Francisco Gil Díaz-, pero sabe que la empresa ibérica utiliza en España y en otras naciones la misma condición monopólica que aquí le achaca a Telmex y Telcel.

El asunto cobra mayor gravedad si se considera que Calderón tiene en el propio Estado la solución a esta disputa: concesionar una red de fibra óptica a partir del tendido del que dispone la Comisión Federal de Electricidad. Una nueva red así creada sería tan poderosa que podría dar cabida a una tercera cadena nacional de televisión, servicios de telefonía casi a tantos hogares mexicanos como lo que atiende Telmex, y un Internet de banda ancha como el existente en naciones desarrolladas.

Frente a tal panorama, en el Congreso han decidido jugar, otra vez, al corto plazo, con operaciones básica de las que esperan rendimientos inmediatos. Las bancadas del PRI y del PRD en el Senado, particularmente el priísta Manlio Fabio Beltrones y el perredista Carlos Sotelo, buscan romper el impasse descongelando una propuesta de reforma que haría de la renovación de las concesiones un mero trámite administrativo, casi automático, ignorando las disposiciones emitidas por la Corte en junio del 2007 sobre este sector, en concreto que a su vencimiento, las concesiones deben ser sometidas a un nuevo proceso de asignación, lo que podría disminuir la actual concentración y alentar mayor diversidad en este campo.

A contrapelo de esa pretensión de PRI y PRD, con el obvio propósito de conquistar el apoyo de los radiodifusores –televisión incluida-, el PAN hizo una propuesta por conducto del diputado Javier Corral y del senador Gustavo Madero. Se trata de una nueva versión de una reforma que ya se ha sugerido en otros tiempos, y que pone los pelos de punta tanto a las telefónicas como a las televisoras. Es la respuesta del régimen panista a los devaneos de priístas y panistas como el sector.

No cabe duda de que el tema cautiva a los iniciados en estos temas. Pero si las propuestas de unos y otros son animadas en realidad por la búsqueda del bien público, bien se hará en estimular una discusión abierta sobre sus implicaciones y alcances. Mientras eso ocurre, seguiremos enredados en el tema de las redes.

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