lunes, 18 de octubre de 2010

Salinas, el demócrata

El último presidente del autoritarismo se coló en el 20 aniversario del IFE para autofestejarse con su acto de magia preferido: contarnos mentiras.

Hombre controvertido, acaudalado, obsesivo del poder, Carlos Salinas de Gortari no ha permitido que la historia ponga su legado en perspectiva porque se mantiene en las trincheras de la política activa, las maniobras, las facciones, los negocios. En un partido ayuno de ideólogos, ha preferido la vulgaridad de la grilla.

El pasado martes apareció en el foro celebratorio por el 20 aniversario del Instituto Federal Electoral, donde habló de democracia, de alternancia, de contiendas electorales equitativas y desde luego, de la batalla por el 2012, donde se ha convertido en el promotor incómodo lo mismo de Enrique Peña Nieto que de candidatos a gobernador o de líderes del PRI. Es un fardo para el resto de la clase política priísta, que ya no sabe cómo librarse de él.

En las pasadas elecciones para gobernador de Nuevo León, que adoptó como su tierra natal, Salinas asumió el control del proceso interno del Institucional: Cabildeó con los aspirantes, transó con medios locales, llevó sobre los hombros a Rodrigo Medina de principio a fin, asignó compromisos de aportaciones a gobernadores… Desde la ciudad de México, algunos dirigentes urdieron una travesura: filtrar el nombre del propio Salinas como precandidato a la gubernatura, para arrojar luz sobre la hiperactividad del ex presidente y mandarle el mensaje de que si quería ser el factótum, al menos diera la cara.

En el citado foro del IFE, que tuvo como telón de fondo la nueva crisis de ese organismo por la próxima salida de tres de sus consejeros, Salinas se afanó nuevamente en dibujar su sexenio (1988-1994) con los tonos que nadie vio nunca. “Podríamos decir que además de Perestroika (modernización) hubo también Glasnost (transparencia, democracia)”, declaró, sin inmutarse, durante su ponencia.

De ser cierto que el salinismo nos trajo mayor transparencia del poder, hoy sabríamos cómo se armó el fraude electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas; a cambio de qué se pactó el reconocimiento del PAN a Salinas; quiénes ordenaron las muertes de Posadas Ocampo, Colosio y Ruiz Massieu; quién permitió el enriquecimiento de Raúl Salinas, y cómo se operó el triunfo abrumador, en 1994, de Ernesto Zedillo. También, de donde proviene la riqueza del propio ex mandatario, a la que aludió hace poco su amigo Fidel Castro, al revelar que se le impidió hacer inversiones en Cuba.

Zedillo, último presidente emanado del PRI, declaró en su tiempo espontáneamente, que arribó a Los Pinos en forma “limpia, pero no equitativa”. Y el propio Salinas relató en uno de esos libros que condensan sus exabruptos, que tras el debate de la campaña de 94, en el que Zedillo se vio débil y extraviado frente a Diego Fernández de Cevallos, la administración Salinas debió maniobrar para “salir al rescate” del candidato oficial. Ello incluyó, se sabe ya, ordenar que los medios de comunicación, especialmente la televisión, cerraran los espacios al aspirante del PAN.

Ese es el “glasnost” que Salinas de Gortari nos heredó. Ello incluyó, cómo olvidarlo, el arribo de candidatos opositores a gobiernos de los estados, lo cual no se derivó necesariamente de las urnas, no al menos en los casos de Guanajuato o San Luis Potosí, donde un sistema electoral podrido hacía imposible saber quién ganaba realmente los comicios.

Aun el IFE de 1990, que José Luis Lamadrid diseñó para Salinas, no resistió la prueba de la legitimidad luego de que el entonces secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, lo armó con la engañifa de la ciudadanización desde arriba. Los propios consejeros así designados asumieron la necesidad de una gestión recortada para dar paso a un nuevo diseño del IFE. No sólo sin el gobierno, sino sin Salinas.

Apuntes

LA ALTERNANCIA en la gubernatura de algunos estados no será tersa. Negociones entre el PRI y Los Pinos perfilaron un pacto, pero las maniobras de gobernadores salientes para anticipar la aprobación de cuentas públicas ha hecho crecer la irritación. Caerán cabezas y las miradas se concentran en Puebla.

EN AGUASCALIENTES, donde el tribunal electoral ordenó un recuento, el gobernador saliente, el filo-priísta Luis Reynoso, no halla la fórmula de limpiar los cómputos distritales que en un primer momento se saltaron olímpicamente. Salvo una sorpresa, el escenario de la anulación es real.

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