lunes, 11 de octubre de 2010

Violencia y diplomacia

El gobierno de Felipe Calderón presencia todos los días cómo se adelgazan sus alianzas internaciones para combatir al hampa. Lo que ocurre con EU es ya una tragedia.

Quienes asisten a las reuniones del Gabinete de Seguridad en Los Pinos saben que no hay tema que pueda irritar más al presidente Felipe Calderón que la falta de respuesta de Estados Unidos a las exigencias de corresponsabilidad por tratarse del imán que atrae el flujo de las drogas, y por ser el principal proveedor de armas para las mafias mexicanas.

Durante meses, Washington ha ofrecido a México vehículos de Rayos X y Gamma para detectar en nuestra frontera transportes sospechosos de llevar drogas. Pese a que tal donación está en la llamada Iniciativa Mérida, pactada hace años, ello no ha ocurrido. Ante las dificultades expuestas por autoridades norteamericanas, la contraparte mexicana ha propuesto que tales vehículos sean emplazados en territorio estadounidense para frenar el trasiego ilegal de armas, que nutren hasta en 90% los arsenales de los capos. La respuesta ha sido un frío silencio.

En contraste, fuentes de la nación vecina han tomado cuidado en distribuir discretamente reportes en los que se detalla el tipo y el valor de la colaboración, no sólo a las fuerzas armadas, sino a dependencias tan diversas como la Secretaría de Hacienda o el Cisen, con montos crecientes desde el 2000.

Algo se ha roto en la comunicación entre el gobierno mexicano y Estados Unidos en materia de combate a las mafias. No es un proceso reciente, y no se trata sólo de dinero. Diplomáticos de ambas naciones, que hasta ahora han logrado que el problema quede compartimentado para no contaminar al resto de la relación, muestran cada vez mayores dudas de que no esté en puerta una crisis internacional de proporciones no vistas.

En esa línea parece ubicarse una pequeña cascada de declaraciones y documentos que tuvieron su punto de arranque la primera semana de septiembre pasado con la advertencia de la secretaria de Estado Hillary Clinton –luego matizada personalmente por el presidente Obama-, referente a nuevas modalidades del crimen en México, con efectos similares a lo ocurrido a partir de los años 80 en Colombia.

Documentos que circulan profusamente bajo la firma de “think tanks” y otras entidades norteamericanas hablan de una evolución de las mafias mexicanas hacia grupos paramilitares que buscan controlar territorios específicos, donde no exista más autoridad que ellos, por lo que exhiben una vocación “insurgente” similar a las guerrillas que en Colombia tuvieron reivindicaciones sociales y alcanzaron gran poder de fuego tras su alianza con los cárteles de las drogas.

Otra faceta de la crisis de nuestra diplomacia es la tensión con naciones de Centro y Sudamérica en las que existe creciente presencia de las mafias mexicanas. Hay evidencias de que el flujo de las drogas dejó de usar en los últimos años las aguas del Caribe para desarrollar rutas terrestres a través de países como Honduras y Guatemala, convertidas en “bodegas” de los traficantes.

En los pasillos de la diplomacia norteamericana se estima que el punto de quiebre se dará cuando alguna banda que opere en México extienda sus acciones a territorio norteamericano con carros-bomba u otras modalidades a las que hemos acabado por acostumbrarnos.

Ese tipo de actos recibe en todo el mundo el nombre de terrorismo. Aquí los disfrazamos con eufemismos, pero a los vecinos del norte les gustan menos los sinónimos y el disimulo. Esa será la frontera de la pesadilla.

Apuntes

EN CHIHUAHUA tendrá mañana el presidente Calderón una especie de cumbre de seguridad con los gobernadores producto de los comicios de este año. Ya se anticipó el discurso del hombre de Los Pinos sobre colaboración y corresponsabilidad. A ver si alguno de los mandatarios asistentes se faja los pantalones y le dice a Calderón que al menos uno de los alcaldes de su ciudad capital llegó al puesto por aportaciones del narcotráfico, y que no imagina que termine su trienio vivo. Por mencionar sólo uno de los temas que frenan un pacto en el que cada quien haga su parte.

CARLOS ORVAÑANOS, jefe delegacional panista en Cuajimalpa, se valió de una mentira para apuntalar su informe de trabajo: el despliegue del Metrobús hacia Santa Fe, lo que no podría ocurrir sino después del 2012, cuando ya no esté en su puesto.

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